viernes, 9 de marzo de 2012

Iván Bilibin.

Mi período favorito de ilustración europea es entre finales del siglo XIX y principios del XX. La secesión vienesa, la reinterpretación de los grabados japoneses (ukiyo-e) y el art noveau son algunas de las cosas que me compran de estos años. Pero al mismo tiempo que todo esto ocurría en el oeste europeo (Inglaterra, Francia, Alemania) hacia el este, en Rusia tenemos cosas geniales también con sus respectivas influencias y estéticas. Un ejemplo de esto es Iván Bilibin, uno de los representantes de los llamados “ilustradores rusos” (valga la redundancia).




Nacido en San Petersburgo en 1876, estudió en Munich. Viajó por el norte ruso donde quedó fascinado por la arquitectura antigua en madera y el folclore eslavo, influencia notable en sus dibujos. Ilustró cuentos de hadas en 1899, caricaturas durante la revolución rusa de 1905 y contribuyó diseñando decorados para los ballets rusos. 




En 1925, después de deambular  por El Cairo y Alejandría  (la pasaba mal Iván) tranquilamente se estableció en París donde se dedicó a decorar mansiones privadas e iglesias ortodoxas.  Decoró la embajada soviética en 1936 para luego volver a sus pagos. Dictó conferencias en la Academia Soviética de las Artes hasta 1941, cuando sus días terminaron durante el sitio de Leningrado (2da guerra mundial). 



Otro artista ruso que vale mucho la pena chequear es Viktor Vasnetsov, este ya más cercano a la pintura clásica y no tan relacionable a la ilustración, o si son nerds curiosos como yo, pueden investigar el arte religioso de la europa del este entre el 1000 y el 1900 y ver cómo (al igual que hicieron los romanos con los celtas y demás tribus) se asimiló y reinterpretó todo el folclore nativo.





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